Se entiende por autoestima a la evaluación que hacemos de nosotros/as mismos/as. La cultura occidental promueve una autoestima comparativa, es decir, nos hace creer que nuestra valía depende del resultado de la comparación con el resto de personas (“yo valgo en función de si, al compararme con el otro, estoy por encima”). Sin embargo, la realidad es que no podemos estar por encima de la media en todo. A muchas personas les puede pasar que, ante situaciones de aparente fracaso o al cometer errores, se menosprecien a sí mismas, sintiendo que dicho fracaso es un reflejo de lo que son, llevando al pensamiento de “no soy suficientemente bueno/a”. Así, hay una tendencia a vivir las equivocaciones como grandes fracasos por los que merecer el castigo de la crítica (“ves, eres inútil”).
Sin embargo, ¿le dirías a un gran amigo/a las cosas que te dices a ti mismo/a? Parece que nos permitimos con mayor facilidad sentir compasión hacia terceras personas que hacia nosotros/as mismos/as. En este sentido, en ocasiones, sentir autocompasión es confundido con compadecerse de uno mismo y rendirse, asumiendo que no hay nada que podamos hacer para sentirnos mejor o conseguir mejores resultados. Sin embargo, la compasión hacia uno mismo nos sitúa en un papel proactivo y no pasivo frente a nuestra vida. No consiste en poner nuestros problemas por encima de los demás, sino en poder mirarlos y reconocerlos también como importantes. Así, la autocompasión pasa por comprender la imperfección y la valía intrínseca como característica humana compartida (valor propio que no depende de nada externo, sino que reside en cada uno de nosotros). Desde esta mirada, no valgo en función de si soy mejor que aquellos con los que me comparo, sino que tengo valor por el simple hecho de existir.
Las diferentes posturas que podemos tomar ante uno/a mismo/a (autocrítica o autocompasión) tienen un impacto distinto en nosotros/as. En este sentido, la autocrítica dispara los niveles de cortisol (hormona “del estrés”), que mantenidos en el tiempo, tienen efectos negativos sobre nuestro organismo (como insomnio, ansiedad, debilitación del sistema inmune,…). Esto es debido a que la amígdala (la parte de nuestro cerebro que detecta posibles amenazas), además de verse activada ante los peligros del entorno para que podamos darles respuesta, también se activa ante nuestras maneras particulares de criticarnos. Así, cuando nos decimos frases como “soy un desastre de persona”, estamos activando el sistema de alarma del organismo. En cambio, la compasión hacia uno mismo tiene efecto sobre los niveles de oxitocina (bautizada como “la hormona del amor y del vínculo”) y se asocia a zonas del cerebro responsables de las emociones positivas.
Cuando nos tratamos amablemente, en palabras de Neff (2012):
“En lugar de sentirnos preocupados y ansiosos, nos sentimos tranquilos, satisfechos, confiados y seguros. La bondad hacia nosotros mismos nos permite sentirnos seguros ante experiencias dolorosas, y dejar de reaccionar desde el miedo. Cuando superamos la inseguridad podemos perseguir nuestros sueños con la confianza necesaria para alcanzarlos”. (p.59)
Desde Vínculo te animamos a prestar atención a cómo te tratas en el día a día ante las dificultades que te vas encontrando. Estas son algunas formas que pueden ayudarte a evaluar cómo te estás tratando:
- ¿Me diría un buen amigo/a que me quiere esto que me estoy diciendo?
- ¿Me ayuda esto que me estoy diciendo o solo me está haciendo sentir peor?
- ¿Me diría en voz alta todas las cosas que mentalmente me estoy diciendo?
A menudo nos decimos mentalmente cosas terribles que no nos diríamos en voz alta o que no diríamos ni a nuestro peor enemigo. Si detectas que estás siendo crítico/a, prueba a hacer un esfuerzo consciente de tratarte con más cariño, a hablarte de una manera más amable (puede ayudarte pensar o escribir lo que te diría un buen amigo/a). Esto puede resultar un poco extraño al principio, pero poco a poco esta manera de mirarte irá surgiendo de una manera más natural. Si llevamos mucho tiempo tratándonos de una manera dura y crítica, necesitaremos tiempo para practicar la autocompasión y convertirla en un proceso automático. En Vínculo estamos para ti si necesitas aprender y trabajar otra manera de relacionarte contigo mismo/a.
Referencias
Neff, K. (2012). Sé amable contigo mismo: El arte de la compasión hacia uno mismo. Barcelona: Paidós.
María Meizoso Montesinos
Psicóloga en prácticas de Master
0 comentarios