A pesar de que existen muchas teorías y enfoques psicológicos desde los que trabajar, se ha descubierto que todos ellos comparten una serie de características, a las cuales se denomina factores comunes. Una de dichas características, que es indispensable en cualquier enfoque terapéutico, es la alianza terapéutica.
Parece interesante contemplar que a pesar del gran pluralismo y creatividad que existe en las diferentes técnicas de intervención, es indiscutible el peso que se le da a la relación terapéutica y a los diferentes matices con los que se contempla.
Carl Rogers (1980a) fue el primero en defender que la psicoterapia era efectiva no tanto por el empleo de determinadas técnicas, sino por el tipo de relación que se establecía con el/la paciente. Ser empático/a, congruente, cálido/a y aceptar positiva e incondicionalmente al paciente serían las características fundamentales que debería tener el/la terapeuta.
Según Bordin (1994), la alianza terapéutica es un constructo que se hace operativo por medio de tres componentes: acuerdo entre paciente y terapeuta respecto a los objetivos de la terapia, acuerdo acerca de las tareas propias de la terapia que se esté llevando a cabo, y establecimiento de un vínculo entre paciente y terapeuta que «probablemente se siente y expresa por medio del aprecio, la confianza y el respeto mutuo, y por la percepción de que existe un compromiso común y una recíproca comprensión de las actividades psicoterapéuticas».
En este sentido, se puede contemplar la alianza terapéutica como el punto de encuentro entre dos planetas distintos, pertenecientes al mismo universo, con muchos puntos en común, donde no importa quién ni por qué, donde la prevalencia se le concede a la aceptación y no al juicio, en el que el/la terapeuta acompaña al paciente en su viaje exploratorio sirviéndole de bastón en el que apoyarse, ayudándole de este modo en la identificación de los diferentes recursos que tiene a su alcance.
Es por esto, que el primer objetivo en toda terapia, y en especial con pacientes con patología vincular, es crear un espacio seguro; pero la seguridad no es una variable que preexista al encuentro terapéutico, sino que es una variable que tenemos que co-construir. Tiene que ser una característica emergente del encuentro, y para que se vaya construyendo a lo largo de todo el proceso, necesariamente la relación pasará por impasses (entendida como una situación con difícil solución), tensiones o rupturas.
De este modo, podemos considerar que hacer terapia es una danza, en el que el/la terapeuta se compromete a “aprender” los pasos necesarios para acompañar en el baile vincular paciente-terapeuta, tomando compromiso en la constante revisión de sus límites, barreras y dificultades para lograr de este modo estar afinado/a como “instrumento” que es como terapeuta en la relación, con su personalidad, dificultades, historia personal, forma de ser y hacer específica, en pro de ofrecer al paciente un espejo cristalino libre de expectativas; en definitiva, un contacto de persona a persona, en el que como indica Jose María Gondra (1978), señalando palabras de C.Rogers: “Es un interés tal por la persona, que se evita todo deseo de interferir en su desarrollo y de utilizarlo en vistas a metas propias”.
Es por esto que se puede afirmar que para que la alianza terapéutica sea buena, tanto el/la terapeuta como el/la paciente deben aunar su experiencia y conocimientos, siendo capaces de adoptar distintos puntos de vista, entenderlos y aceptarlos, estando abiertos al cambio.
En paralelo a la co-construcción de dicha alianza paciente-terapeuta, parece interesante contemplar que dicha relación terapéutica con una pareja o familia parte de una complejidad que la hace diferente de la alianza terapéutica individual. Dicha complejidad radica en que el trabajo pasa de ser con una persona a serlo con un sistema o conjunto de personas, cada una de ellas con sus características individuales. El trabajo del terapeuta en terapia familiar, para crear un sistema terapéutico caracterizado por las alianzas, debe sustentarse en aspectos tanto técnicos como teóricos (Carpenter, Escudero, y Rivett, 2008). Desde el plano teórico hay una orientación básica: el terapeuta ha de prestar atención simultánea a las necesidades del sistema en su conjunto y de sus miembros a nivel individual, entrelazándolas de una forma que tenga sentido para todos los miembros del sistema mediante el “re-encuadre” del problema. Dicho re-encuadre suele incluir señalar las buenas intenciones de todos/as (Pittman, 1987), así como enfatizar los valores comunes y las fortalezas del sistema en su totalidad. Esto es fundamental, ya que la creación de una buena alianza con el sistema familiar y entre los miembros de la familia exige muchas veces transformar las metas individuales en metas de grupo, de forma que la terapia sea experimentada por cada miembro de la familia/pareja como “nuestra terapia”, en el que ninguna de las partes del sistema se sienta amenazada o en peligro.
Es por todo esto que, en Vínculo, cuidamos y trabajamos en la creación de una buena alianza terapéutica tanto a nivel individual como en terapia familiar, en el que trabajando de forma conjunta se avance en el camino al bienestar individual y con él, en el familiar.
Bibliografía:
Rogers, C. (1980a). Condiciones necesarias y suficientes del cambio terapéutico de personalidad. En En J. Lafarga, & J. Gómez (Eds.), Desarrollo del potencial humano: aportaciones de una psicología humanista, Vol. 1. México D.F.: Trillas.
Bordin, E.S. (1994). Theory and research on the therapeutic working alliance: New directions. En A.O. Horvath y L.S. Greenberg (eds.), The working alliance: Theory, research and practice. New York: Wiley and sons.
Gondra, J.M. (1978). ( Apuntes sobre la psicoterapia de G. Egan: un modelo integrador postrogeriano. Barcelona: Instituto Erich Fromm de Psicología Humanista.
Capenter, J., Escudero, V. y Rivett, M. (2008). Training family therapy students in conceptual and observation skills relating to the therapeutic alliance: an evaluation. Journal of Family Therapy.
Pittman, F. (1987). Turning points: Treating families in transition and crisis. Nueva York: Norton.
Marta Narro
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