¿Desde dónde elegimos la anticoncepción hormonal?

Anticonceptivos

En el post de hoy vamos a dedicar unas palabras a reflexionar sobre los métodos anticonceptivos hormonales que son consumidos por más de 100 millones de mujeres en el mundo y alrededor de un 20% de las españolas.

Si nos remontamos a los años 50, reconoceremos en la píldora un símbolo de la liberación de la mujer, que de repente podía tener control sobre sus ciclos reproductivos y elegir si quería o no quedarse embarazada. Desde luego fue una revolución y un paso muy grande en la lucha por los derechos sexuales y reproductivos en general y de las mujeres en particular. Desde esa época, la medicina sigue avanzando a pasos agigantados y sin embargo, en lo que respecta a nuestra concepción sobre la fertilidad y uso de anticonceptivos, parece no haber cambiado nada. Por eso, en este post queremos plantear una serie de preguntas que damos por sentado y tal vez siguen flotando en el aire sin demasiada respuesta. Este interés en hablar de la píldora no pretende ser una censura que polarice su uso en “buena” o “mala”, sino una invitación a conocer desde dónde la usamos y si realmente somos conscientes de todas las implicaciones fisiológicas, psicológicas y sociales que entraña.

Haremos mención a la pedagoga menstrual Erika Irusta y a la reflexión de la que parte la idea de este post: si las personas con genitales masculinos son fértiles todos los días y aquellas con aparato reproductor femenino tan solo unos 5 días al mes ¿por qué son ellas las que tienen que medicarse todos los días para evitar un embarazo?

¿Qué sabemos sobre nuestro ciclo ovulatorio realmente? ¿La regla solo sirve para quedarse embarazada? Este es el planteamiento del que parte la idea de la anticoncepción hormonal, que sigue vigente desde que se creó: si la ovulación solo sirve para la reproducción, entonces podemos apagarla y encenderla como si fuese un interruptor a nuestro antojo.

El mensaje social que está detrás de este planteamiento es el de que el ciclo ovulatorio solamente sirve para la reproducción, y por tanto se concibe el cuerpo femenino como un mero recipiente para la gestación que puede ser interrumpido químicamente siempre que se desee.

Cómo funcionan los MAC hormonales (métodos anticonceptivos)

Generalmente hay dos tipos: los simples y los combinados. Estos últimos son los más habituales, que podemos encontrar en forma de pastilla diaria, anillo, parche… es lo mismo con diferentes formas de administración. Básicamente lo que hacen es inhibir la ovulación y así evitar el embarazo, mediante un combinado de estrógenos y progesterona sintéticas, de las que se descansa una semana y aparece un manchado que corresponde a la deprivación hormonal a la que estamos acostumbrando al cuerpo durante los 21 días previos. Su efectividad a la hora de evitar el embarazo es de casi el 100%, ¿pero a qué precio?

Si aceptamos el argumento de que la ovulación sirve únicamente para la reproducción estaremos cometiendo un gran error al olvidar la increíble precisión química que alberga nuestro sistema endocrino. En primer lugar, por la enorme generalización que hace la medicina al ofrecer una medicación igual para todo el mundo, el cuerpo funciona con un equilibrio perfecto y cada cuerpo necesita dosis específicas de hormonas, que regula sabiamente. La receta que hace el/la médico de cabecera no tiene en cuenta los niveles óptimos que cada cuerpo necesita, por lo que los combinados que tomamos tampoco lo tienen, pudiendo estar tomando más estrógenos de los que necesitamos y degenerar en una carencia de progesterona, o totalmente lo contrario. Pero lo que suele hacerse ante esto es dar el argumento de que busques el método que mejor va contigo y si uno te da muchos efectos secundarios, eres libre para probar con otro. ¿Pero en algún momento se ha hecho un estudio endocrino en precisión para saber exactamente las dosis que necesita tu cuerpo? Claramente no, así que nuestra libertad se basa en cambiar de un MAC a otro.

Necesitamos la química de nuestras hormonas para una barbaridad de procesos fisiológicos que funcionan en perfecta armonía con nuestro sistema inmune, huesos, circulación, para nuestra libido, para la salud mental, el estado de ánimo, etc. La ovulación nos protege de enfermedades como la osteoporosis, enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer, etc. Y todo eso lo alteramos durante años para evitar la posibilidad de quedarnos embarazadas unos días al mes, de nuevo por aceptar el argumento de que nuestro cuerpo es un mero recipiente, mientras que nadie se plantea que la testosterona masculina sirva únicamente para su fertilidad.

Por otro lado, esta castración química no solamente atenta contra la dinámica óptima de nuestro cuerpo y mente, sino que nos hace asumir que tenemos que acarrear un sinfín de efectos secundarios como “lo normal” que a veces casi ni sabemos reconocer que son provocados por la píldora por la cantidad de años que llevamos tomándola: dolores de cabeza, bajada de la libido, depresión, cansancio, posibilidad de trombos, aumento de peso y un largo etcétera que generalmente se resuelve con la frase “puedes probar otro MAC hormonal si sientes que ese no va contigo, hay un montón de opciones, elige el que se ajuste a ti” (spoiler: son el mismo en distinto formato, pero no hay ninguno para la química hormonal que tu cuerpo necesita y tiene calculado al milímetro).

Y tú, ¿tomas la píldora?, ¿desde dónde eliges tomarla?

Irusta, E. (2016). Diario de un Cuerpo: La menstruación, el último tabú. Catedral

Ana Borrajo

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