“Me he repetido a mí mismo cientos de veces la anorexia es una enfermedad, no un capricho. He sentido que la angustia duele, un dolor físico. Solo juntos hemos podido salir de esta”. (López, López-Goñi, & Díez, 2019).
Sufrir un trastorno de la conducta alimentaria es una experiencia vital y emocional que puede llegar a ser demoledora tanto para la persona que lo sufre como para su familia. La familia es el cimiento, el soporte, es el pilar donde se desarrollará el cambio hacia la recuperación. A lo largo del proceso, los padres y madres son conscientes de que tienen que ayudar a su hija/o; sin embargo, ellos también tienen que luchar contra sus propias dificultades. Una parte fundamental de la terapia es ayudar a los familiares a comprender la enfermedad, a colaborar en el tratamiento y a sentirse capacitados para cuidarles. Los trastornos de la conducta alimentaria penetran en las familias y las arrollan como un tsunami. Lo que eran momentos de felicidad como las comidas familiares, las navidades o el verano se convierten, poco a poco, en un verdadero martirio para todos.
Cuando un TCA tiene cabida en el seno de una familia, lo cambia casi todo. La comunicación, las dinámicas familiares, los hábitos o las costumbres se ven profundamente afectadas por la patología. En el momento en el que se hace evidente la presencia de este tipo de trastornos en alguno de los miembros del sistema familiar, las familias acuden a terapia desubicadas y perdidas ante el continuo fracaso por ayudar a su familiar afectado y, además, sentimientos de frustración e impotencia salen a la luz ante las continuas crisis de cada día en el entorno familiar (Dúo, López, Pastor, & Sepúlveda, 2014).
Desde el hospital Maudsley en Londres, el equipo de Treasure identificó los diferentes estilos de afrontamiento que adoptan los familiares cuando se manifiesta un trastorno de la conducta alimentaria. Con el objetivo de que los familiares comprendieran y, a la vez, se pudieran sentir identificados con los estilos, el equipo optó por catalogar a cada estilo con un animal (diferenciando el nivel emocional del conductual). Son los siguientes:
- Avestruz: a algunos familiares puede superarles la intensidad emocional de lo que está ocurriendo en su familia (“Son cosas de la edad, ya se le pasará”), no son capaces de entenderlo o pueden no estar preparados para enfrentarse a la gravedad de lo que supone un TCA. Por consiguiente, estos familiares tratan de evitar pensar o hablar de los problemas, por lo que pueden optar por pasar el mayor tiempo posible fuera de casa. Este estilo de afrontamiento mantiene el sufrimiento tanto de la persona que padece el trastorno como de su entorno, ya que retrasa acudir a un tratamiento especializado y, probablemente, la persona con TCA sienta que su sufrimiento no le importa a nadie.
- Medusa: el familiar medusa, generalmente, tiene una reacción emocional muy intensa frente al TCA. La desesperación por intentar comprender el problema y empatizar tanto desemboca en altos niveles de estrés (“Esto va a acabar conmigo, no puedo más”). El familiar, ante el TCA, se muestra hipersensible, por lo que la vivencia de las emociones es muy elevada, lo que le provoca sentimientos de culpa, tristeza, agotamiento e impotencia. Este estilo tampoco es beneficioso, ya que aumenta el malestar de la persona con la enfermedad por ver sufrir a sus familiares y dificulta la evolución hacia la recuperación.
- San Bernardo: el familiar que afronta un TCA desde este estilo lo haría desde una posición segura, empática, serena y proporcionando ayuda sin invadir a la persona. Una actitud calmada, cálida, comprensiva y cariñosa con el familiar son piezas fundamentales en el proceso de recuperación. Este estilo sí ayuda, el familiar comprende que detrás de los síntomas hay emociones que no se han aprendido a gestionar de una forma correcta.
EQUILIBRIO EN EL NIVEL CONDUCTUAL
- Rinoceronte: el tratamiento de un TCA es largo y, generalmente, sufre variaciones, avances y recaídas. Esto puede provocar en los familiares sentimientos de frustración, impotencia, enfado e, incluso, pueden llegar a culpabilizar a la persona al no ver cambios en ella/él. Verbalizaciones como “no pones de tu parte para curarte” o “si quisieras, comerías” son comunes en este tipo de estilo de afrontamiento frente al TCA. Ante esto, el familiar tiende a persuadir y convencer mediante la argumentación, intentando aplastar con la lógica las conductas y creencias del TCA. Este estilo de afrontamiento no ayuda, ya que, por lo general, provoca que la persona se refugie y rebele a través de la comida.
- Canguro: al contrario del rinoceronte, el familiar canguro sobreprotege a la persona con el problema. Apoyar y proteger a la persona es necesario, pero siempre que no se sobrepase un límite. Hacerse cargo de todos los aspectos de su vida no es la solución, ya que la persona no aprende a enfrentarse y dominar las dificultades de la vida y del problema. Estos familiares sienten mucha angustia y miedo, cediendo ante las exigencias del paciente (“Le hago de comer lo que ella/él quiera, con tal de que coma algo…”). Este estilo no ayuda, el paciente junto con su sistema familiar deben luchar contra la enfermedad, no adaptarse a ella.
- Delfín: este estilo de dirección busca el equilibrio entre la calidez y la orientación. Algunas veces los familiares deben ir delante para guiar, otras veces deberán posicionarse a un lado para acompañarle en el proceso y otras se posicionarán detrás para proporcionar a la persona un pequeño empujoncito cuando se bloquea. Los familiares marcarán unos límites estables y seguros y confiarán en la capacidad de su hija/o para poder vencer al TCA, le acompañarán durante el proceso para luego poder seguir su camino. Este estilo sí ayuda al paciente, sirve de guía y acompañamiento para la persona.
EQUILIBRIO EN EL NIVEL EMOCIONAL
La familia es el puente que facilita el paso hacia la salud. La decisión de cruzarlo es del paciente. La familia es clave en el tratamiento, ya que su implicación permite poder recuperar un funcionamiento sano (tanto a nivel individual como familiar), desarrollar nuevas actitudes ante el TCA y, sin duda, consigue mejorar la salud de la persona.
Desde Vínculo, siempre que lo necesitéis, os acompañaremos para ser los/las mejores San Bernardos y los/las mejores delfines que podáis ser, teniendo en cuenta que se trata de un proceso muy complejo y que no siempre es sencillo poder actuar de la manera más adecuada.
Para terminar esta entrada en el blog, queremos compartir con vosotros/as una frase del equipo de Maudsley acerca de la necesidad del apoyo familiar en el camino de la recuperación:
“Solo tú puedes hacerlo, pero no puedes hacerlo solo/a”.
Bibliografía
Dúo, I., López, M. P., Pastor, J., & Sepúlveda, A. R. (2014). Bulimia nerviosa. Guía para familiares. Pirámide.
López, A., López-Goñi, I., & Díez, A. (2019). Princesas de cristal. Arcopress.
Treasure, J., Smith, G., & Crane, A. (2011). Los trastornos de la alimentación. Guía práctica para cuidar de un ser querido. Desclee de Brouwer.
Laura Pascual Lozano
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