Hablemos de la infertilidad, ese tema tan presente en nuestra sociedad actual que convive con nosotros/as de forma silenciosa, en un segundo plano, a menudo oculto por aquellos/as que la padecen.
La infertilidad es una enfermedad crónica con unos matices que la distinguen del resto. Se trata de una patología que no afecta a la funcionalidad de ningún órgano ni supone una amenaza a la propia vida, por lo que la persona que la sufre puede elegir libremente someterse o no a tratamiento, ya que su evolución no supone ningún peligro. Sin embargo, sí que puede darse una afección a nivel psicológico, siendo las reacciones emocionales de las personas con problemas de infertilidad muy similares a las que presentan personas con patologías médicas como las oncológicas (Antequera, Moreno-Rosset, Jenaro, & Avila, 2008).
Otro matiz importante que presenta la infertilidad es que, sin existencia de sintomatología ni dolor asociado, solo se evidencia cuando se somete a prueba la función reproductora y fracasa. En otras palabras, las personas infértiles no son conscientes de su condición hasta que aparece el deseo de tener un hijo. Por esto, se afirma que “el foco central de la consulta de infertilidad es un deseo no cumplido o una meta de la vida” (Llavona, 2008).
Una vez descubierta la infertilidad, se puede evolucionar en dos direcciones casi opuestas. Para aquellos/as que descubran su infertilidad, pero no tengan intención alguna de procrear, no pasará de ser uno más de los diversos “problemas” de salud que padezcan a lo largo de sus vidas. De hecho, puede ser más un alivio que una disfunción, ya que nunca necesitarán emplear ningún método anticonceptivo, ni será algo por lo que se deban preocupar; por todo ello, no influirá en la calidad de vida de dichas personas. Por el contrario, para aquellos/as que sí desean tener un hijo, y más concretamente, un hijo biológico, pasará a ser un “problema personal”, convirtiéndose en una frustración de la aspiración de procrear y ser padres/madres. Esta situación posiblemente influya de manera notable en múltiples aspectos de su vida, los cuales comentaremos más adelante (Llavona, 2008).
Un tercer matiz que diferencia la infertilidad de otras condiciones médicas de carácter crónico consiste en que, en la mayoría de los casos, están involucradas dos personas, frente a cualquier otra dolencia que la padece un único sujeto. Por ello, la condición de infertilidad se extenderá a la pareja, con independencia de en quién resida la disfuncionalidad (en uno de los dos o en ambos), hablando así de “parejas infértiles” (Llavona, 2008).
Un aspecto esencial a tener en cuenta en relación con la infertilidad es la alta probabilidad que tienen las personas implicadas de que su autoestima y autoconcepto se vean afectados (Llavona, 2008). Si se considera la “capacidad para procrear” un factor representativo de la masculinidad o feminidad, la incapacidad para tener hijos por uno/a mismo/a cuestiona la identidad personal, pudiendo sembrar dudas sobre “el grado de hombre o mujer” que uno es. Es decir, puede llevar a cuestionar la valía como hombre o mujer.
De este modo, numerosos estudios encontraron un conjunto de autovaloraciones negativas que la mayoría de parejas infértiles sufrían, tales como (Llavona, 2008):
- Baja autoestima y sentimientos de inferioridad.
- Baja confianza en sí mismos/as y bajo amor propio.
- Pobre autoimagen.
- Valoración de sí mismo/a como incompleto/a o con algún defecto.
- Valoración de sí mismos/as como poco atractivos/as y dignos/as de consideración por los demás.
- Cuestionamiento de la capacidad para desenvolverse como padres/madres y para mantener una relación de pareja.
La realidad del fracaso para tener un hijo no sólo ocasiona una frustración por no poder cumplir el deseo de ser padres/madres, sino que además implica una alteración del plan de vida que la pareja se había imaginado, pudiendo ocasionar problemas en la relación. Dentro del grupo de personas que desean procrear, existen, en líneas generales, dos tipos de planes de vida diferentes: los que tenían programada la paternidad/maternidad siendo jóvenes y los/las que deseaban esperar hasta alcanzar una estabilidad tanto personal como profesional. En ambos casos, el factor tiempo juega un papel esencial en el logro del plan de vida deseado (Llavona, 2008).
Teniendo en cuenta los aspectos mencionados anteriormente, se entiende que las parejas que se sorprenden con la realidad de la infertilidad se encuentren desconcertadas y experimenten una sensación de confusión, puesto que han de asimilar todo lo que les está ocurriendo y adaptarse a las nuevas y distintas circunstancias de su vida. Este proceso de asimilación conlleva un notable replanteamiento del futuro y una toma de decisiones importantes sobre el mismo: seguir intentándolo por sus propios medios, renunciar a tener hijos, intentar la ayuda de la reproducción asistida, adoptar, acoger, etc. (Llavona, 2008).
Si bien esta crisis vital puede entenderse como importante en la vida de cualquier pareja, no tendrá por qué convertirse necesariamente en una crisis vital grave. El componente que detalle la magnitud de la gravedad será la “frustración continuada de un alto deseo de paternidad/maternidad biológica” (Llavona, 2008). Dicha crisis podrá revivirse cuando llegue la etapa en la que corresponde ser abuelos/as, apareciendo la frustración por no tener nietos (Llavona, 2008).
De todo cuanto se ha descrito hasta aquí, podemos afirmar que en el impacto de la infertilidad intervienen no sólo aspectos neurobiológicos, sino también psicológicos y socioculturales. Nos situamos en un momento de la historia en el que queremos conseguirlo “todo”. Nuestras abuelas “sólo” pudieron conseguir una familia, sintiéndose en muchos casos frustradas por no poder acceder a estudios universitarios y a carreras profesionales. En la actualidad, con todos los cambios sociales y políticos, las mujeres acceden a carreras universitarias y a puestos laborales importantes, pero cuando quieren tener hijos, aparecen las dificultades. Moreno-Rosset plantea en el libro “Infertilidad”: ¿Cómo debería hacerse para poder conseguirlo “todo”: formación, profesión, familia e hijos, ¿cuál debería ser el orden para poder conseguirlo? Los estudios y el trabajo parecen ser prioritarios, pero el tiempo que se utiliza en conseguir una estabilidad económica corre en contra de los ciclos naturales de reproducción, que, a pesar de todos los avances, son todavía inamovibles (Moreno-Rosset, 2010).
La infertilidad puede ser algo difícil de encajar y de gestionar. Por ello, si sientes que necesitas ayuda, ya sea a nivel individual o relacional, no dudes en contactar con nosotras. En Vínculo estamos para ti.
BIBLIOGRAFÍA:
Antequera, R., Moreno-Rosset, C., Jenaro, C., & Avila, A. (2008). Principales trastornos psicológicos asociados a la infertilidad. Papeles Del Psicologo, 29(2), 167–175.
Llavona, L. (2008). El impacto psicológico de la infertilidad. Papeles Del Psicólogo, 29(2), 158–166.
Moreno-Rosset, C. (2010). Infertilidad (Psicología). Marid: Editorial Síntesis.
Ana Taberna
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