Es evidente que en los últimos años el uso de internet y las nuevas tecnologías ha supuesto un avance trascendental en la forma de vida, facilitando y simplificando tareas y acercando la comunicación y la información casi a cualquier rincón del mundo.
Cada vez más compramos, trabajamos y nos relacionamos con otras personas a través de internet y las nuevas tecnologías, pero esta posibilidad que nos ofrecen de estar en comunicación permanente y de contar con todo tipo de información a tiempo real se convierte en ocasiones en un arma de doble filo cuando no se gestiona de forma adecuada, llegando en algunos casos a tener graves consecuencias psicológicas, físicas y sociales. Es lo que se conoce como la “ciberadicción”.
Ya en 1996, la doctora Kimberly Young se refería a la adicción a internet como “un deterioro en el control de su uso que se manifiesta como un conjunto de síntomas cognitivos, conductuales y fisiológicos. Es decir, la persona ‘netdependiente’ realiza un uso excesivo de Internet, lo que le genera una distorsión de sus objetivos personales, familiares o profesionales”.
Desde entonces, se han realizado numerosos estudios sobre las consecuencias que tienen las tecnologías tanto en adultos/as como en niños/as, y sobre los cambios que éstas provocan. Todo ello, al tiempo que su uso continúa creciendo y cada vez nos hacemos más y más dependientes de ellas.
Pero, ¿por qué enganchan las nuevas tecnologías?
Lo cierto es que el uso diario y en ocasiones excesivo de las tecnologías es cada vez un comportamiento más habitual y generalizado de nuestros días. Disponemos de ellas de forma casi permanente y su acceso es global, lo cual pone de manifiesto el poder que pueden llegar a tener sobre nosotros/as.
La facilidad de acceso, la rapidez e inmediatez en la conexión, la posibilidad de acceder a cualquier tipo de contenidos y estímulos las 24 horas del día, la facilitación de las redes sociales, la recompensa y respuesta en un corto periodo de tiempo, el contacto y la conexión permanente con los demás, la desconexión de la realidad y en algunos casos hasta el anonimato o la posibilidad de crear personalidades ficticias, las convierten en una realidad que no debemos dejar de lado y que requiere de estudio, información y control.
Internet se ha introducido en nuestras vidas, y la previsión es que su presencia sea cada vez mayor. Por eso, es necesario que nos anticipemos y aprendamos lo máximo posible sobre cómo su uso puede impactar en las personas, no sólo desde el punto de vista psicológico, sino incluso a nivel físico y social.
Las posibilidades que nos ofrecen las tecnologías son infinitas, pero también tenemos que ser conscientes de los riesgos que conllevan y que actúan como reforzadores en su mal uso:
- Acceso a todo tipo de información, incluso a aquella poco fiable, inapropiada, o peligrosa.
- Dispersión y pérdida de tiempo, restándolo de las relaciones sociales.
- Apoyo social ficticio que se ve reforzado por la desinhibición que se muestra en la red – pérdida de intimidad.
- Creación de una personalidad ficticia que modifique las propias características que en el mundo real son inamovibles. La posibilidad de “reinventarse a sí mismo”.
Entonces, ¿cómo nos damos cuenta de que “nos estamos pasando”? ¿A qué signos debemos prestar atención?
Al haber normalizado su uso, es importante conocer los síntomas a los que tenemos que prestar atención. Algunos de los indicadores que nos deben hacer saltar las alarmas son los siguientes:
- Las nuevas tecnologías se convierten para la persona en el centro de su actividad vital, llegando incluso a distanciarse de forma progresiva de los/as amigos/as y la familia.
- La persona pierde el control sobre el tiempo de uso, de forma que todo gira en torno a ellas y se produce una disminución del rendimiento académico o laboral.
- Se ponen de manifiesto problemas de sueño, normalmente por alargar el tiempo de conexión hasta altas horas. Además, se descuida la salud y se produce un aumento de la vida sedentaria.
- Se miente y se manipula sobre el tiempo real de su uso.
- Cuando se obliga a interrumpir la conexión o cuando se está en un lugar sin buena cobertura o donde no se permite el móvil, se muestra irritable o se dan reacciones de ansiedad, inquietud, ira o agresividad.
¿Cómo cuidarnos y hacer un buen uso de ellas? ¿Qué podemos hacer para prevenir?
Ahora bien, puesto que internet y las nuevas tecnologías se han convertido en algo habitual en nuestras vidas, es importante que seamos conscientes de las implicaciones que tienen y que hagamos un uso responsable de ellas. ¿Cómo?
- Céntrate en la información que buscas cuando accedas a internet.
- Limita el tiempo de uso. Dedica unos momentos concretos y evita estar conectado/a todo el día.
- Elimina su uso mientras estás con otras personas. Da prioridad a las conversaciones y el cara a cara, a las reuniones y el contacto con los demás. Cuida a las personas con las que estás.
- Presta especial atención al uso de las tecnologías en niños/as. En menores de 2 años, elimina por completo su uso, y en menores de 5 limítalo; estate muy pendiente del contenido que ven y que ves delante de ellos/as, intentando dar prioridad a aquel con carácter educativo; y, sobre todo, da ejemplo de un buen uso.
Las nuevas tecnologías no son malas per se. Lo que puede llegar a convertirse en patológico es un mal uso de éstas. Por eso, si te has sentido identificado/a con alguna de las señales que denotan que haces un consumo excesivo de las nuevas tecnologías, no dudes en contactar con nosotras. Podemos ayudarte.
Bibliografía
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Echeburúa, E., & De Corral, P. (2010). Adicción a las nuevas tecnologías y a las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Adicciones, 22(2), 91. https://doi.org/10.20882/adicciones.196
María Cacho
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