VÍCTIMAS DE LAS ESPINACAS
La importancia de los hábitos alimentarios en los niños.
Suele ser frecuente encontrar en las conversaciones cotidianas entre madres y padres la preocupación de éstos ante cómo y qué comen sus hijos. Muchos padres recordarán sentirse “víctimas” de las espinacas cuando eran niños, y pasaban horas sentados delante de un plato que no parecía vaciarse ante las miradas expectantes de sus madres que amenazaban con servirlas en el desayuno del día siguiente.
Pues bien, parte de la explicación para algo tan frecuente como que un niño sienta predilección por unas golosinas o una crema de cacao, antes que por una zanahoria o un tomate, la tiene las predisposiciones genéticas que aseguraban la supervivencia de los seres humanos hace miles de años.
Los homo sapiens colonizaron la Tierra recorriendo los continentes sobreviviendo con los alimentos que iban encontrando. Por ello, era más frecuente consumir alimentos que garantizasen la supervivencia, alimentos ricos en energía y grasas. Tener predilección por aquellos que eran familiares para protegerse de aquellos que pudieran resultar amargos cómo indicador de toxicidad, probar solo una pequeña cantidad si se desconocía el alimento, evitar los alimentos que hayan causado malestar en el organismo y comer solo aquello que progenitores y hermanos saboreaban.
Aunque los niños a día de hoy no tienen la necesidad de adquirir los alimentos directamente de la naturaleza, y en nuestra nevera solo hay alimentos comestibles y nutritivos para su desarrollo, el cuerpo infantil continúa guiándose por el programa de supervivencia desarrollado hace miles de años.
Desde LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA también podemos encontrar respuestas, y entender por qué algo que el niño si comía ahora lo rechaza. La NEOFOBIA (temor ante lo nuevo) cuando se presenta un alimento desconocido y diferente en presentación es común en los niños a partir del 18 mes. Previamente, entre los 4 y los 6 meses los niños apenas muestran aprensión ante los alimentos ofrecidos por sus padres. Según un estudio de la universidad de Pensilvania (Birch y Fisher, 1998) existe otro repunte entre los 8 y los 11 años, siendo desde entonces cuando los niños se permiten experimentar con alimentos hasta entonces impensables.
Por tanto, ¿debemos rendirnos ante la evolución aun cuando las conductas de supervivencia, antes adaptativas, se convierten ahora en desadaptativas? ¿Cómo podemos estimular a los pequeños para que incluyan en su dieta alimentos saludables?
RECOMENDACIONES PARA FOMENTAR BUENOS HÁBITOS ALIMENTARIOS
- La PACIENCIA funciona mejor que el enfado. Los niños pueden llegar a comer ciertos alimentos a pesar de no sentir preferencia por ellos. Diversos estudios han demostrado que aquellos alimentos que son ofrecidos con frecuencia a los niños en pequeñas cantidades pueden llegar a ser incluidos en la dieta de estos. El objetivo es que el niño se familiarice con el alimento nuevo poco a poco, y sienta que tiene la capacidad de elegir si probarlo o no.
Para ello es importante no insistir en que el niño coma el alimento ofrecido, ni refunfuñar y menos amenazar; presionar demasiado al niño a que coma un determinado alimento puede generar en él un gran rechazo.
- Evitar el “Quiero ver el plato vacío”, es una regla carente de sentido e insana. En ocasiones es difícil calcular las cantidades adecuadas de comida, la tendencia es sobrecargar los platos de comida y equiparar las cantidades de los adultos a las de los niños. No importa tanto la cantidad, sino que la dieta sea variada y equilibrada. Obligar a comer un plato hasta el final puede ser vivido como un castigo ante un determinado comportamiento, pudiendo generar conductas alimentarias negativas (caprichos, rechazo, aversión …) Evitar alimentos y bebidas ricas en caloría antes de las principales comidas. Cuando el niño tiene hambre suele estar más predispuesto a probar alimentos nuevos.
- Jugar ayuda a alimentarse; permitir que los niños coman en compañía de otros, exploren el alimento con las manos, se lo lleven a la boca e incluso lo arrojen hace que la experiencia táctil y el juego generen sensaciones agradables con respecto al alimento.
- Importancia de dar ejemplo. Que un adulto o figura de referencia pruebe un alimento antes que ellos y les invite a probar el manjar genera predisposición en el niño a comer. Los niños son propensos a observar la actuación de los demás y adoptar su conducta.
- Y por supuesto, COMER EN FAMILIA, hacer de la comida un momento placentero y compartido, donde lo central no sea la comida si no el compartir de manera agradable es un factor protector, no solo de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (que tan bien conocemos en Vínculo), si no de una buena manera de generar buen clima y vivir la comida de manera saludable.
Por otro lado, según los niños crecen superan el miedo a los alimentos nuevos y se van introduciendo en las costumbres dietéticas acordes a las características culturales y familiares propias. Si queremos inculcar buenos hábitos alimentarios en nuestros hijos no olvidemos que comer consiste en un placer sensorial, y cada pequeño/a tiene sus peculiaridades, aborde el tema con diversión y tolerancia.
En el caso de que la alimentación del niño suponga un problema grave para el desarrollo de éste y genere un malestar significativo en su día a día, no olvide en consultar con un especialista. En el centro de psicoterapia Vínculo somos expertos en trastornos de alimentación y acompañamiento a las familias en el proceso de la crianza, por ello no dude en consultarnos.
Birch, L. L., y Fisher, J. O. (1998). Development of eating behaviors among children and adolescents. Pediatrics, 101(Supplement 2), 539-549.
Renz-Polster, H. No quiero sopa. Revista Mente y Cerebro, Vol.55 (2012).
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